martes, 12 de mayo de 2015

¿Un viaje a Italia?... No. A Holanda... Y Carlos Duarte nos convenció del cambio.

Aunque han pasado varios días, aún conservo en mi retina y en mi memoria la mirada de muchas personas hacia un rostro que comunicaba formas de pensar diferentes a las que están acostumbrados.
El aforo era bastante numeroso y diferente y eso es bueno porque se forman opiniones diversas, que sirven para enriquecer a las personas que buscan apoyos y que piden que se les abran nuevos horizontes.
Se habló poco de las personas que necesitan ayuda y mucho de los que ayudan, cuidan, miman, educan y forman a quienes necesitan ese apoyo.
Las personas necesitamos vivir en la normalidad, en esa situación en la que habita nuestro entorno más próximo. No valoramos la rutina hasta que la perdemos; y entonces es cuando alguien o algo nos cambia el rumbo de nuestras vidas, cuando tiene que haber, y hay, personas que se erigen en "cuidadores" de determinadas situaciones de personas muy concretas. Y así es como estos cuidadores hacen que estas personas crezcan como seres humanos en todas sus dimensiones. El cuidador tiene que dar una imagen tranquila, serena y estable. Tiene que estar en paz consigo mismo.
Así iba transcurriendo la conferencia y así iban consumiéndose los minutos. Carlos Duarte comunica muy bien, conecta rápidamente con las personas que tiene enfrente. Se le nota mucho que es psicólogo por vocación y por devoción pero también en su forma de hacer los planteamientos a sus interlocutores se nota su vocación y trabajo como ingeniero industrial. Se observa su precisión en la síntesis, la búsqueda de soluciones convincentes y, permítanme la expresión, con pocas florituras y ningún adorno.
Dijo dos frases que espero que a los allí presentes no se les olviden nunca; a mí se me grabaron y las voy a repetir:
"El cuidador tiene en sus manos el corazón de la persona a la que atiende".
"El cuidador puede ser solamente una persona para el mundo pero para alguna persona, el cuidador es su mundo".
Gracias Carlos Duarte, gracias por querer viajar a un lugar casi desconocido para los allí presentes y, sobre todo, gracias amigo por enseñarles como es "Holanda". Ojalá los que les escucharon y le atendieron como a un profesor dando una lección magistral en un aula magna, nunca olviden lo que siempre tenía que haber estado presente en sus vidas:
aceptar lo que les ocurre y procurar vivir el lado bueno de la vida. La vida, como bien dijo usted, es un instante y por eso hay que vivir el momento real, ni el pasado ni el futuro.
Espero, deseo y casi estoy segura de que volveremos a encontrarnos. ¿Sabe por qué? Porque los allí reunidos se quedaron con ganas de más "oxígeno" y más "luz" para su vida. Porque necesitan tener otra mirada y otros ojos para ver mejor a las personas que más les quieren.
Como ve el reto merece la pena, entre usted y la Casa Grande de Martiherrero conseguiremos que Holanda sea un destino maravilloso y tan "guay" como Italia.
Hasta pronto Carlos.