BUENOS DÍAS:
En
primer lugar permitanme saludar a D. David Menéndez, director de
Responsabilidad Social Corporativa, a D. Jaime Campos, director territorial de
Bankia Castilla y León, a D. José Manuel Espinosa, director de Coordinación de
Negocios y Relaciones Institucionales de Bankia, a Dª Dolores Ruiz Ayúcar,
presidenta de la
Fundación Caja de Ávila, y a Dª Laura Marcos, directora de la Fundación Caja
de Ávila.
Así
mismo saludamos a los directores de zona de Bankia y a los patronos de la Fundación Caja de
Ávila que nos acompañan.
Gracias
a todos por estar hoy aquí.
Hace
exactamente un año que nos reuníamos en este mismo lugar para llevar a cabo el
acto que magnifica a Bankia, por el carácter solidario que representa. Hablé
desde esta tribuna como representante de un entramado o colectivo social, que
nos dedicamos a las personas más vulnerables y que, además, creemos en la plena
inclusión.
Hoy,
de nuevo, me encuentro en la misma tribuna para representar los mismos
intereses pero, fundamentalmente, como representante de una entidad: el Centro
Santa Teresa de Martiherrero, La Casa Grande, que
este año ha cumplido 50 años dando servicio a las personas con capacidades
psíquicas diferentes.
Es
un honor para mí, como representante de la primera institución que ya hace más
de 50 años vio la necesidad y la obligación que había de atender a los que más
lo necesitaban, poder explicar qué papel desempeñó la actual Bankia en los
orígenes y posterior desarrollo del Centro de Educación Especial Santa Teresa
de Martiherrero.
Miren,
Señores y Señoras, la Casa
Grande nació desde el primer momento con un inmenso espíritu
de entrega y de servicio a los demás. Hubo tres personas: el sacerdote D.
Bernardo Herráez, D. Alfredo Abella y D. José Santacana que tenían mucha
grandeza de alma y mucha visión de futuro. Ellos tres, arropados siempre por el
Obispo de Ávila, D. Santos Moro Briz, levantaron lo que hoy llamaríamos un
emporio, pero no comercial ni económico, sino SOCIAL con mayúsculas.
Los
comienzos fueron muy duros, durísimos, estaban solos, los Servicios Sociales no
existían y, además, ni se les esperaba. Ávila era una ciudad y provincia muy
pequeña, con poquísimos recursos económicos y con grandes diferencias entre lo
rural y lo urbano. Ante este marco, Vds pueden imaginarse que en ese momento no
se hablaba de calidad humana, ni calidad de vida. Pero sí se hablaba de caridad
y generosidad, llevada a cabo primero por Cáritas Diocesanas de Ávila a nivel
general y, después, en lo que se refiere a discapacidad, por el Centro de
Educación Especial Santa Teresa de Martiherrero, la institución pionera en
Ávila y la provincia en dar respuesta a los marginados y olvidados. Es cierto
que, después, años más tarde, surgieron otras entidades para completar y especializar
el mapa social de Ávila.
Esta
era la situación que, con objetividad, acreditan los documentos y datos
históricos sobre la historia de la discapacidad en Ávila y su provincia.
Pues
bien, ante este panorama solo había una entidad que en ese tiempo pudiera
ayudar a solventar la economía de esta institución y no era otra que la Caja de Ávila. Esta, junto al
Obispado de Ávila, fueron los que más de cerca vivieron los desasosiegos y
desvelos del Centro de Martiherrero. La
Caja de Ávila ayudaba y, soy consciente de que esas ayudas
provenían de la decisión de una empresa de conceder beneficios sociales de
“arriba a abajo”.
Yo
no entro en si el modelo fue bueno o menos bueno, pero, señores, la historia es
esa y está muy ligada al origen y desarrollo del mundo empresarial de Ávila y,
por supuesto, fue en muchísimas ocasiones un gran refugio para el Centro Santa
Teresa. Puedo asegurar que fue un potencial extraordinario y lleno de
posibilidades para que nuestra institución se transformara y pudiera profesionalizarse.
Yo diría que ha sido un motor vital y emocional para muchos de los que estamos
aquí.
Pasaron
los años y siempre aparecía el término profesionalización muy relacionado e
íntimamente unido a los sellos de calidad. Daba igual el carácter que tuvieran
esas empresas; a las nuestras, las de carácter social, también les llegó el
turno, aún a sabiendas de que este nuevo planteamiento acarrearía, a veces,
nuevos costes económicos a la hora de implantar prácticas novedosas. Y ahí, de
nuevo, estaba Bankia, la empresa que puso en marcha un programa de acción
social muy innovador: la
Red Solidaria de empresa que se centra en las necesidades más
acuciantes: vivienda, empleo, nueva pobreza y discapacidad. Siempre se hace
fomentando la motivación y el compromiso con los proyectos locales. Es muy
significativo el plan a seguir para elegir los proyectos, puesto que sabemos
que la cuantía económica se vincula a los objetivos que consiguen los
trabajadores de una oficina y que son ellos mismos los que proponen el proyecto
solidario al que se destina la ayuda. Es por todos nosotros conocido que el 50
% de este programa ha recaído sobre el colectivo que hoy estamos aquí:
discapacidad.
Bankia,
en la actualidad, trata de tejer una malla de solidaridad horizontal, así los
propios empleados son los que gestionan todo, desde la propia idea a financiar
a la relación posterior con las causas con las que el banco colabora.
Yo
también, Sr Menéndez, le digo desde el corazón esa frase que sé que Vd ha
escuchado mucho: “Son el primer banco que vuelve a abrir las puertas”. Sí
quiero que sepa que para nosotros es muy gratificante que alguien proponga
nuestros proyectos a dirigentes que tienen en su mano el poder ayudar a
desarrollar proyectos que, en definitiva, dan calidad de vida.
Y
así, señores, vamos pasando los días y los años, hemos cambiado modelos de
gestión y todos caminamos con paso firme y seguro a pesar de la tan cacareada
crisis y de los contratiempos.
Gracias
por su implicación con este colectivo, por creer en sus capacidades y en su
buen hacer.
Bankia
quiere y necesita seguir ayudando a que los sueños de otros se hagan realidad.
Sr. Menéndez, continúe poniendo el alma y el corazón para que Bankia sea
humana. Eso dignifica al ser humano.
La Casa Grande continuará
creyendo en las posibilidades de sus chicos y en el gran potencial de
profesionales con los que cuenta para seguir consiguiendo lo que se propone,
como ha ocurrido este año cuando el Papa Francisco nos escribió y nos invitó a
su casa a conocerle. Les aseguro que hemos tocado el cielo con las manos.
Miren
Vds., todos nosotros somos un colectivo que primero trabajó para conseguir lo
necesario, después nos esforzamos para hacer lo posible y ahora soñamos con
poder llevar a cabo lo imposible. Esa es nuestra utopía.
¡Ojalá ese
sueño esté dentro de la red solidaria de su empresa, Sr. Menéndez!
Le
aseguro que las personas a las que representamos, se lo merecen. Pero también
les aseguro que Vds vivirán más en paz y sonreirán a la vida que tiene color
esperanza.
Gracias