miércoles, 9 de agosto de 2017

CRISTOFER MUÑOZ HERRERO



Hay días que se quedan grabados para siempre en la memoria de las personas y ayer, 8 de agosto de 2017, fue uno de ellos. Ayer a media mañana, supimos que te acababas de ir, Cristofer, y lo hiciste en silencio y sin hacer ruido, pero al lado de tu familia y de la mano de tu madre.



Tenías 28 años, muy poquitos, y hace 20 llegaste desde Soria a esta Casa. ¡Eras un niño! Aquí aprendiste letras, sonidos y manualidades con tus maestros. Luego en el centro ocupacional, Mercedes te enseñaba a trabajar, aprendías a hacer trabajos para el mundo laboral. También en tu casa de La Rosaleda con tus cuidadores, con todos, creciste y te hiciste adulto. Aquí recibiste los sacramentos con D. Isidoro García y el último, la confirmación, de manos del Obispo de Ávila, D. Jesús García Burillo. Sé que ayer D. Jesús junto con D. José Luis Retana, tu amigo de las misas de los fines de semana, ofrecieron una misa por ti. Ayer se lo prometí a tu madre y así ha sido, Cristofer.



Toda tu corta vida se ha desarrollado en este espacio tan querido y singular para ti. ¡Has pasado tantos y tantos días aquí! Soria estaba lejos y no te ibas tanto como tus amigos, pero nunca te quejabas demasiado aunque es cierto que, cuando aparecían tu madre y tus hermanos, se te iluminaba la cara y salía esa sonrisilla entre tímida y picarona que a mi siempre me sorprendió de ti.



Tu y yo llegamos casi al mismo tiempo a este Casa. Eras un niño callado y bueno..., tanto que, a veces, habrías pasado desapercibido de no haber sido por lo grande que eras y “lo guaperas”. Siempre con tu pelo muy cortito y con esa mirada llena de misterio a través de esos ojos que, aunque no eran grandes, si eran muy profundos.



Nunca has sido peleón ni de broncas, todo lo contrario, has sido bueno y conformista. ¿Sabes una cosa, Cristofer? Desde que te conocí, siempre que te veía pretendí buscar en tu mirada una complicidad, una empatía, pero tu, no sé bien el por qué, siempre me respetaste mucho y obedecías a lo que yo decía. Era difícil regañarte porque nunca había motivos. Como me acaba de decir Esther Martín ¡eras tan fácil de querer!



Bailar te gustaba mucho y si era algo de Bisbal ya era la locura. Que bien hacías de rapero con tu gorrilla y el salto que dabas imitando a David Bisbal. Ahí sí que te convertías en una auténtica estrella y en ese momento tus amigos disfrutaban mucho contigo. ¡Cuántos amigos dejas, Cristofer! Bueno, la verdad es que más que amigos, eran como hermanos. Tu y Jaime, Jaime y tu. Te va a echar mucho de menos y también César y Santitos ..., y hasta Elena de la Fuente se va a acordar mucho de ti. ¿Con quién va a discutir ahora? Como dicen tus cuidadores teníais una relación de amor-odio.



Cristofer, a pesar de tus silencios dejas muchos vacíos en esta Casa, pero fundamentalmente en tu hogar de La Rosaleda. Hoy tus cuidadores, esas personas que te han visto crecer día a día, que te han mimado, querido y educado, esas personas hoy te lloran y les duele el alma. Yo sé que para Juanma eras “su niño mimado”. También sé que se ha quedado con ganas de verte, pero es que ha sido todo tan rápido que no ha dado tiempo a nada. ¡Te fuiste un fin de semana con tu familia hace menos de tres meses y se acabó!

También Mercedes, cuando llegue septiembre, te añorará y te buscará en tu silla, en tu taller. No te encontrará físicamente, pero sé que te divisará mentalmente y sonreirá al recordarte. Eras un niño querido, aunque muchas veces pasaras desapercibido.



En fín, mi pequeño Cristofer, no quiero decirte adiós, porque sé que, aunque no te veamos, vas a seguir con nosotros. Es difícil hacerse a la idea, porque no te vimos mal ni mucho menos grave. ¡Ojalá sepas cuidarnos desde donde estés ya en este momento! Tu luz sigue iluminando y en la memoria de esta Casa sigues estando y formando parte de ella. A partir de hoy sabemos que hay una estrella en el cielo que brilla con mucha intensidad y con fuerza. Esa será nuestra forma de comunicarnos y así se lo trasmitiré a tus amigos y compañeros.



Cristofer, no tuviste una vida fácil, el destino te llevó por otro camino más difícil, pero espero y deseo que en esta Casa Grande de Martiherrero hayas sido feliz y, sobre todo, te hayas considerado una persona libre y muy querida. ¡Te nos has ido tan pronto! Pero así es la vida y eso no está en nuestras manos.



En nombre de todos un abrazo enorme y grande, tanto como esas letras grandes con las que firmabas y ponías tu nombre. Por mi parte, Cristofer, un besazo fuerte. ¡Ojalá allá donde estés, seas inmensamente feliz, porque ahora ya te toca serlos, mi niño!



¡Te queremos y no te olvidamos!