BUENOS DÍAS
En primer lugar quiero agradecer
a Bankia la invitación a participar en esta mesa para hablar de responsabilidad
social, amparándome en la experiencia que tiene la Casa Grande de Martiherrero,
que este año está celebrando sus 50 años de trabajo con personas con
discapacidad intelectual.
En nombre de la Institución a la
que represento y con la fuerza y la responsabilidad que dan 50 años de servicio
a los demás, 50 años vividos en familia, 50 años “codo a codo” con padres,
madres, hermanos, con chicos y chicas con capacidades diferentes y también con
trabajadores, exactamente 100 personas… en definitiva, un extenso bagaje que
permite que esta Fundación de la Diócesis de Ávila tenga fuerza para hacer una
reflexión en voz alta:
Vivimos en un mundo en el que
cada vez se ha marcado más la línea que diferencia a los poderosos frente a los
débiles. Muchos de los aquí presentes representamos al sector más
desfavorecido, por eso necesitamos creer en la “responsabilidad social
empresarial”, en lo que llamamos compromiso y obligación de los miembros de una
sociedad para con el resto. Dichas empresas deberían de tener una actitud
madura y sensible ante los problemas sociales.
Es conocido que la red solidaria
de Bankia es un proyecto pionero y muy innovador. Apoya a programas muy
centrados en ayudar a personas con discapacidad o en riesgo de exclusión
social.
Dicen que el trabajo dignifica al
ser humano, yo además añadiría que cuando ese trabajo está relacionado con el
mundo de lo social, con el mundo de los que más necesitan, de los débiles, los
desprotegidos… ese trabajo pasa a ser parte de tu vida, convirtiéndose en tu
reto, tu ilusión y tu esperanza.
Para que todo esto suceda
necesitamos ayudas, y no solo de la Administración; también deberíamos de contar
con el compromiso de la empresa privada. Eso sí, no de manera caritativa o por
pura cortesía. Que a nadie se le olvide que crear empleo para los excluidos
tiene ventajas fiscales, morales y, yo diría, que hasta de buena reputación.
Aun así estamos muy lejos de que se haga de manera mayoritaria.
Pero bueno, hoy y aquí hay que
dar las gracias a aquellas empresas que perteneciendo a una sociedad donde todo
es consumo, marketing, números y competitividad, aun así han sido capaces de
creer en nuestro proyecto de la Casa Grande de Martiherrero. Han brindado una
oportunidad a las personas que trabajan en nuestros talleres ocupacionales y en
nuestro centro especial de empleo.
La empresa privada nos ha abierto
ventanas al mundo laboral para muchos de nuestros chicos y chicas; es una labor
muy loable, encomiable y que engrandece a las personas que las dirigen. Son
empresas con beneficios económicos y que han decidido tener también beneficios
sociales, esos que a veces dignifican más al ser humano y hacen más grandes aún
a los poderosos.
La Casa Grande de Martiherrero
tiene 120 personas en sus talleres ocupacionales, y 14 chicos y chicas que
trabajan en su centro especial de empleo. A través del centro ocupacional se
potencian, desde el puesto de trabajo, la capacidad de elección, relaciones
interpersonales y el crecimiento personal para alcanzar más seguridad y
autonomía a la hora de adquirir hábitos laborales. Si pensamos en nuestro
centro especial de empleo, de iniciativa social y por tanto sin ánimo de lucro,
podríamos transmitir cuatro principios básicos: igualdad de oportunidades,
participación social, vida independiente y autosuficiencia económica. Nuestra
actividad laboral en el centro especial de empleo es una lavandería industrial
que presta servicio a más de 100 clientes de Ávila y provincia, del sector de
la hostelería y restauración. Con mucho tesón, esfuerzo y aprendizaje, este
centro especial de empleo posee el certificado en la Norma UNE EN ISO 9001 –
2008. A los trabajadores de este centro se los fomenta mucho la filosofía de
conseguir éxitos laborales en contraposición a su pensamiento inicial que era
el de evitar el fracaso sin más.
La mejor política social para las
personas con discapacidad intelectual es garantizar el empleo de quien más
difícil lo tiene. Nunca hay que olvidar que el empleo es el eje vertebrador de
la inclusión. Es normalización, integración, equiparación, en definitiva, es un
derecho que como ciudadanos que son, no podemos negarles, siempre y cuando
tengan las aptitudes necesarias y conseguidas a través del aprendizaje y así
mismo demuestren una actitud semejante al resto de las personas. Tratar por
igual a personas con discapacidad intelectual sin haberlas formado es una
injusticia, pero tratarlas de manera desigual aun teniendo las mismas
características que el resto, es la mayor de las discapacidades por parte de
quien lo haga.
Gracias a todas las empresas que
apostaron por nosotros, que decidieron entrar en un mundo que es todo corazón,
puro sentimiento y donde nuestras herramientas de trabajo son el cariño, la
comprensión, la constancia, disciplina, paciencia y aprendizaje.
Gracias por seguir creyendo en
valores y en principios que hacen que su mirada hacia las personas con
discapacidad intelectual sea el eje o la línea que les ilumina para ver su
futuro más claro y con dignidad. Así verán más cerca sus derechos como personas
y su igualdad como seres humanos.
La Casa Grande de Martiherrero
tiene este reto como misión, y en este año de celebraciones más que nunca.
Sabemos que es un sueño difícil pero muy importante. Sentimos la cercanía de
las empresas a través de su responsabilidad social porque creemos en pequeños
gestos para grandes causas y, sobre todo, conocemos que a lo largo del camino,
vamos a caer muchas veces pero no nos importa porque caer se nos está permitido
pero levantarnos es una OBLIGACIÓN con mayúsculas.
GRACIAS.