sábado, 28 de noviembre de 2015

Discurso del acto de Bankia de Doña Pura Alarcón





BUENOS DÍAS:
En primer lugar permitanme saludar a D. David Menéndez, director de Responsabilidad Social Corporativa, a D. Jaime Campos, director territorial de Bankia Castilla y León, a D. José Manuel Espinosa, director de Coordinación de Negocios y Relaciones Institucionales de Bankia, a Dª Dolores Ruiz Ayúcar, presidenta de la Fundación Caja de Ávila, y a Dª Laura Marcos, directora de la Fundación Caja de  Ávila.
Así mismo saludamos a los directores de zona de Bankia y a los patronos de la Fundación Caja de Ávila que nos acompañan.
Gracias a todos por estar hoy aquí.
Hace exactamente un año que nos reuníamos en este mismo lugar para llevar a cabo el acto que magnifica a Bankia, por el carácter solidario que representa. Hablé desde esta tribuna como representante de un entramado o colectivo social, que nos dedicamos a las personas más vulnerables y que, además, creemos en la plena inclusión.
Hoy, de nuevo, me encuentro en la misma tribuna para representar los mismos intereses pero, fundamentalmente, como representante de una entidad: el Centro Santa Teresa de Martiherrero, La Casa Grande, que este año ha cumplido 50 años dando servicio a las personas con capacidades psíquicas diferentes.
Es un honor para mí, como representante de la primera institución que ya hace más de 50 años vio la necesidad y la obligación que había de atender a los que más lo necesitaban, poder explicar qué papel desempeñó la actual Bankia en los orígenes y posterior desarrollo del Centro de Educación Especial Santa Teresa de Martiherrero.
Miren, Señores y Señoras, la Casa Grande nació desde el primer momento con un inmenso espíritu de entrega y de servicio a los demás. Hubo tres personas: el sacerdote D. Bernardo Herráez, D. Alfredo Abella y D. José Santacana que tenían mucha grandeza de alma y mucha visión de futuro. Ellos tres, arropados siempre por el Obispo de Ávila, D. Santos Moro Briz, levantaron lo que hoy llamaríamos un emporio, pero no comercial ni económico, sino SOCIAL con mayúsculas.
Los comienzos fueron muy duros, durísimos, estaban solos, los Servicios Sociales no existían y, además, ni se les esperaba. Ávila era una ciudad y provincia muy pequeña, con poquísimos recursos económicos y con grandes diferencias entre lo rural y lo urbano. Ante este marco, Vds pueden imaginarse que en ese momento no se hablaba de calidad humana, ni calidad de vida. Pero sí se hablaba de caridad y generosidad, llevada a cabo primero por Cáritas Diocesanas de Ávila a nivel general y, después, en lo que se refiere a discapacidad, por el Centro de Educación Especial Santa Teresa de Martiherrero, la institución pionera en Ávila y la provincia en dar respuesta a los marginados y olvidados. Es cierto que, después, años más tarde, surgieron otras entidades para completar y especializar el mapa social de Ávila.
Esta era la situación que, con objetividad, acreditan los documentos y datos históricos sobre la historia de la discapacidad en Ávila y su provincia.
Pues bien, ante este panorama solo había una entidad que en ese tiempo pudiera ayudar a solventar la economía de esta institución y no era otra que la Caja de Ávila. Esta, junto al Obispado de Ávila, fueron los que más de cerca vivieron los desasosiegos y desvelos del Centro de Martiherrero. La Caja de Ávila ayudaba y, soy consciente de que esas ayudas provenían de la decisión de una empresa de conceder beneficios sociales de “arriba a abajo”.
Yo no entro en si el modelo fue bueno o menos bueno, pero, señores, la historia es esa y está muy ligada al origen y desarrollo del mundo empresarial de Ávila y, por supuesto, fue en muchísimas ocasiones un gran refugio para el Centro Santa Teresa. Puedo asegurar que fue un potencial extraordinario y lleno de posibilidades para que nuestra institución se transformara y pudiera profesionalizarse. Yo diría que ha sido un motor vital y emocional para muchos de los que estamos aquí.
Pasaron los años y siempre aparecía el término profesionalización muy relacionado e íntimamente unido a los sellos de calidad. Daba igual el carácter que tuvieran esas empresas; a las nuestras, las de carácter social, también les llegó el turno, aún a sabiendas de que este nuevo planteamiento acarrearía, a veces, nuevos costes económicos a la hora de implantar prácticas novedosas. Y ahí, de nuevo, estaba Bankia, la empresa que puso en marcha un programa de acción social muy innovador: la Red Solidaria de empresa que se centra en las necesidades más acuciantes: vivienda, empleo, nueva pobreza y discapacidad. Siempre se hace fomentando la motivación y el compromiso con los proyectos locales. Es muy significativo el plan a seguir para elegir los proyectos, puesto que sabemos que la cuantía económica se vincula a los objetivos que consiguen los trabajadores de una oficina y que son ellos mismos los que proponen el proyecto solidario al que se destina la ayuda. Es por todos nosotros conocido que el 50 % de este programa ha recaído sobre el colectivo que hoy estamos aquí: discapacidad.
Bankia, en la actualidad, trata de tejer una malla de solidaridad horizontal, así los propios empleados son los que gestionan todo, desde la propia idea a financiar a la relación posterior con las causas con las que el banco colabora.
Yo también, Sr Menéndez, le digo desde el corazón esa frase que sé que Vd ha escuchado mucho: “Son el primer banco que vuelve a abrir las puertas”. Sí quiero que sepa que para nosotros es muy gratificante que alguien proponga nuestros proyectos a dirigentes que tienen en su mano el poder ayudar a desarrollar proyectos que, en definitiva, dan calidad de vida.
Y así, señores, vamos pasando los días y los años, hemos cambiado modelos de gestión y todos caminamos con paso firme y seguro a pesar de la tan cacareada crisis y de los contratiempos.
Gracias por su implicación con este colectivo, por creer en sus capacidades y en su buen hacer.
Bankia quiere y necesita seguir ayudando a que los sueños de otros se hagan realidad. Sr. Menéndez, continúe poniendo el alma y el corazón para que Bankia sea humana. Eso dignifica al ser humano.
La Casa Grande continuará creyendo en las posibilidades de sus chicos y en el gran potencial de profesionales con los que cuenta para seguir consiguiendo lo que se propone, como ha ocurrido este año cuando el Papa Francisco nos escribió y nos invitó a su casa a conocerle. Les aseguro que hemos tocado el cielo con las manos.
Miren Vds., todos nosotros somos un colectivo que primero trabajó para conseguir lo necesario, después nos esforzamos para hacer lo posible y ahora soñamos con poder llevar a cabo lo imposible. Esa es nuestra utopía.
 ¡Ojalá ese sueño esté dentro de la red solidaria de su empresa, Sr. Menéndez!
Le aseguro que las personas a las que representamos, se lo merecen. Pero también les aseguro que Vds vivirán más en paz y sonreirán a la vida que tiene color esperanza.
Gracias