Hace pocas horas que hemos vivido una jornada
especial, con muchas expectativas puestas en ella y que se han visto
sobrepasadas a lo largo de todo el día.
Para el día 22 de febrero estaba programada la
visita del Obispo de Ávila a la Casa Grande de Martiherrero. No había que
preparar mucho porque aquí se ve lo que hay y lo que somos y se hace. Solo
había que ajustar los tiempos a los lugares a visitar dado que esta casa es tan
grande que, aunque se venga toda la mañana, hay que preveerlo todo. Así se ha
hecho y así nuestro presidente, el Obispo de Ávila, ha podido convivir con
todos. Digo convivir porque conocer... ¡vamos que si nos conoce! Me consta que
antes de su consagración como obispo ya sabía cómo era y estaba esta
Institución y eso se agradece mucho cuando se necesita ayuda y, sobre todo,
cuando hay que sentir la mano amiga a la vez que tienes al lado a una persona
que cree en lo que hacemos, para que nuestros chicos (a los que ya considera
suyos también) tengan unos parámetros de calidad óptimos y acordes a la vida
que tienen que vivir.
Si hay algo que ha caracterizado esta visita ha sido
la humanidad, la sensibilidad y loas gestos de ternura que nuestro Obispo ha
tenido con todos los chicos. Su espontaneidad y sencillez en las formas
externas hace muy fácil el trato y el contacto desde el primer momento. También
he de decir que hay un detalle muy importante que ha facilitado este elemento:
se notaba, y mucho, su cercanía y su conocimiento de lo que es el mundo de la
discapacidad intelectual. Sus gestos de camaradería y su conversación tan de tu
a tu con ellos denotaba que estaba en un terreno conocido. ¡No sabe Vd. cómo he
agradecido esta actitud! Los chicos hoy han sentido el cariño de su Obispo por
lo que estoy convencida que ya le consideran un amigo, su amigo D. José María,
sin protocolos pero con mucho respeto.
Me consta que el Obispo se ha encontrado muy cómodo
y feliz en esta Casa, pero también sé que ha habido momentos de emociones
fuertes y que han sido difíciles de evitar y disimular y esa actitud le ha
humanizado mucho delante de todos los profesionales de esta Casa.
Ha habido abrazos, sonrisas,
preguntas y respuestas, en definitiva una gran empatía con todos y hacia todos
los chicos.
Cuando se viene por primera vez a la Casa Grande se
descubre lo que aquí hay y así es como, estando in situ, se puede entender la inmensa labor que la Diócesis de
Ávila viene realizando desde hace casi 54 años. Una labor muy reconocida unas
veces y otras vapuleada y criticada en exceso. A veces la ignorancia es la más
absurda de las actitudes, pero ese es el precio que pagan a veces las
instituciones con más de medio siglo.
Ha sido una jornada muy dinámica y activa, ha dado
tiempo a todo lo que estaba programado e incluso a más cosas. El encuentro con
los profesionales ha sido muy clarificador. El mensaje tenía mucha fuerza y
estaba muy definido. Lo que quería decir lo ha dicho desde la transparencia y
la verdad para que todos lo entendieran y
tengan muy presente su compromiso y fidelidad a esta
Institución.
Así de esta manera hemos pasado esta jornada
inolvidable para nosotros y creo que también para nuestro Obispo, que hoy ha
conocido otra de sus casas, pero esta tiene un color especial en su entorno y
además huele a justicia social y a amor por los que menos tienen, aunque por
otra parte son los más nobles y, en definitiva, los campeones.
Aquí le esperan sus chicos de la Casa Grande. Vuelva
pronto, cuando quiera y sin avisar, porque esta es su casa